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lunes, 11 de noviembre de 2013

Cosas de la vida breve 7.

Imagen de una vieja publicidad de Jabón Palmolive.
Rápido
Te dije "te quiero" y tu contestaste preguntándome si era así de rápido para todo.
Me hiciste reír por lo que entendí como algo de doble intención en esa respuesta tuya.
Por supuesto no me amilané y persistí en el empeño de enamorarte.
Afirmé que bien cierto era que nos acabábamos de conocer, pero que no sabía que había unas medidas temporales que indicasen cuándo uno podía enamorarse y cuándo no.
Entonces fuiste tú quien se rió, y tu risa era abierta y explosiva, contagiosa y brutal. Caí rendido de amor, por supuesto; y así te lo dije. Tú volviste al sempiterno argumento de "pero si acabamos de conocernos". Yo sabía que toda tu reflexión se resumía en un solo hecho cierto: no te ibas. Estabas a mi lado, escuchando y rechazando, por prontas, mis apresuradas palabras de amor, pero no te ibas.
Así que no perdí el ansia y seguí con mis arrumacos inocentes y con argumentos simples de amor urgente, el cual a ti te parecía imposible y te hacía reír, me llamabas vano y loco, me apartabas un poco de tu lado, pero sólo un poco, con leve empujón, y decías que me callase, pero te quedabas allí sentada a
mi lado, y después de quejarte te callabas esperando mis palabras que desmentían las tuyas en un juego pactado tácitamente entre ambos.
Tras cientos de palabras, muchas risas, no sé cuántas negaciones tuyas y mil acercamientos míos, por fin me miraste muy seria, y me dijiste que "aunque me ría, no tomo a broma lo que dices", y yo no pude de nuevo contener la risa, al decir: "siempre supe que me querías".


El don Juan

La besó muchas veces esperando una respuesta que no logró.  Después usó cientos de palabras, ya hermosas, ya desgarradas, invocando un amor sublime, más nada consiguió tampoco. Por fin, la miró con enorme ternura, pero ella continuó ignorando todas sus artes. Derrotado, el conquistador se fue triste.
Y cuando ya había comenzado a olvidarla, pero aún la frustración le dolía, descubrió que, lo que de verdad había amado en ella era su silencio, y eso lo había obtenido.
Dio así por bien empleada la aventura y la olvidó del todo. 

Mirada
Levantó su copa hasta la altura de los ojos, y miró a través de la parte del vidrio que no contenía el vino rojo.
Vio deformados, grotescamente, al resto de los comensales, que también le observaban serios y expectantes. Todos menos uno. Ella miraba en otra dirección y sonreía.

Gritar amor
Quisiera imponerme la disciplina de amarte en silencio, pero no puedo.
Tengo que gritar mi amor a cada paso que doy, y así, claro, todos se enteran de nuestro secreto.
Y es que la risa de la felicidad se me escapa entre los labios, que se estiran y se tensan hacia arriba, hasta que por fin estallo en una carcajada y grito que te quiero.
Y como esto sucede en cualquier momento y lugar, es frecuente que desconocidos a mí alrededor se queden mirando con asombro, aunque a algunos se les contagia la risa y me acompañan en la felicidad de reír abiertamente.
Incluso hay algunos que me preguntan por ti, pues quieren saber cómo es la mujer que provoca esas locuras.
Como yo les contesto que mi amor es un secreto, entonces reímos todos aún más.Recopilación de textos anónimos: Fuente www.escolar.com


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